J
Jorge
Invitado
En mi adolescencia era rebelde, me sublevaba contra esta sociedad impuesta, luchaba contra el sistema de una forma desordenada e impulsiva, apedreaba temporales por entender que se lucraban del trabajo ajeno, desafiaba a las autoridades y cometí errores, como creo que la totalidad de los mortales, pero siempre fui fiel a una forma de pensar aunque esta fuese equivocada. Este comportamiento propio de esa fase inconformista de la vida (que creo todos hemos sufrido en mayor o menor medida) fue perdiendo vigor y poco a poco, casi sin darme cuenta, descubrí que ya formaba parte de ese rebaño resignado que tanto había criticado, tenía un trabajo estable, objetivos personales a largo plazo, bienes innecesarios, “acuerdos” con entidades bancarias y comenzaba a realizar pagos mensuales para la adquisición de una vivienda en construcción, un piso de VPO que sorpresivamente me había “tocado” por cumplir los requisitos demandados para conseguir una de estas “ayudas” que de forma tan aleatoria se otorgan. Las cosas me iban rodadas para lo que se supone cualquier persona desea, pero yo andaba desorientado, estaba en un punto de inflexión ya que mis convicciones chocaban de frente con mi día a día, estaba en una bifurcación y me tocaba elegir un camino, me paré a reflexionar sobre lo que en realidad deseaba, la madurez que había ganado en esos años me llevó a pensar que mis utópicas creencias acerca de cómo deberían ser las cosas y la lucha contra las injusticias se podía realizar de una forma menos atolondrada, si quieres cambiar algo debes conocerlo e integrarte en ello para poder modificarlo desde su interior, no basta con derrocar lo infectado si no hay un plan B que sustituya lo destruido, parecía más sensato tratar de cambiar algo que está mal en la medida que nos sea posible que simplemente demolerlo. Hoy, unos años después de aquel supuesto progreso y ya totalmente adaptado al redil, me pregunto si no me equivoqué en mi decisión. La crisis creada por tantas circunstancias ajenas (o no tan ajenas) a nuestro comportamiento me dejan sin trabajo con un ERE cuando menos oportunista, y la Gestora que tramita la construcción del bloque de viviendas de VPO nos comunica el precio final del piso (un 40% superior al máximo marcado por la ley), la imposibilidad de pagar una hipoteca de semejante calibre (con o sin trabajo) conlleva la pérdida de las cantidades aportadas durante estos años de esfuerzo (50.000 euros). Ahora bien, yo entré en el juego de esta sociedad que veía claramente corrupta y asumo los daños que me reporte la decisión que un día tomé, pero que nunca nadie más me diga que hay estamentos que nos protegen de la ilegalidad, que no traten de convencerme de nuevo de que hacer las cosas de forma correcta reporta beneficios (soy ateo y creo que el que la hace aquí, si no la paga aquí, se irá de rositas), ya no me seduce la posibilidad de luchar por un cambio respetando las normas, este juego está perdido porque las reglas son inalterables, las hacen unos pocos que siempre ganan la partida. Podría fundar una organización que incitara a muchos jóvenes dúctiles, confundidos e insatisfechos (como un día lo fui yo) a apedrear los vidrios de sedes y estandartes que apoyan este sistema corrupto, y a la vez crear una empresa cristalera y lucrarme con sus actos vandálicos más que justificados, pero eso sería pensar y actuar como todos los que a lo largo de este tiempo me han timado y engañado, y yo prefiero padecer insomnio por estar en la miseria y no por ser un miserable.