Qué mejor lugar para observar a los niños que la sala de embarque de un avión. Se pueden observar los distintos comportamientos de los niños que van desde la reacción al espacio pequeño y estrecho, el miedo a volar, a los extraños que les rodean y a la falta de familiaridad del entorno.
También verás a diferentes padres que hacen lo que pueden para manejar estas situaciones. A veces de forma adecuada, pero a veces simplemente permitiendo que el niño se porte mal, lo que hace que la gente estremezca. Muchos de nosotros somos culpables de contribuir a este tipo de mal comportamiento infantil. Y he aquí algunos actos que los adultos solemos hacer para que los niños se comporten como unos mocosos o malcriados:
1. Intentar contentarles todo el tiempo
La vida no es un cuento de hadas. En realidad, es dura. Qué mejor manera de preparar a los niños para ella que dejarles experimentar la vida tal y como es.
Así que deja que experimenten los altibajos de su día a día y de sus interacciones con los demás. De este modo aprenderán que les pueden herir o que deben de sobreponerse a cosas como caerse y rasparse la rodilla. Estas cosas fortalecerán su carácter, lo que sin duda les forjará para cuando sean adultos.
2. Tolerarles quejas ante la autoridad
Es comprensible. Eres su padre, madre, tía, abuela o alguien que tiene autoridad sobre un niño. Pero cuando el niño acude a ti quejándose de su profesor o de otra autoridad, si asumes inmediatamente el papel de protector antes de tomarte unos minutos para ser objetivo y escuchar toda la historia, entonces el niño pensará que está bien cuestionar a otra autoridad.
Antes de hablar con el profesor o con la persona implicada, haz que tu hijo te explique primero cómo se siente y qué ha pasado. Y luego, basándote en ello, sé objetivo y cumple con tus responsabilidades como tutor. Esto hace ver al niño que hay que tomar en serio a las autoridades y respetarlas.
3. Demostrar mal genio cuando se trata de rabietas
El mal genio de un niño al recibir una reprimenda ya es bastante malo, y si lo doblas con tu mal genio, entonces eso es ir al caos. Además, estás reforzando su mal comportamiento. Recuerda mantener la calma cuando regañes a tus hijos y explicarles por qué y cuáles son tus expectativas.
Si no lo haces, seguirán portándose mal por el placer de ver cómo te alteras y te enfadas. Y les encantará verte en esa misma situación una y otra vez, como si fuera un logro.
4. Premiarlo todo
Los niños pueden acostumbrarse a las rutinas. Pueden levantarse por la mañana, desayunar, jugar con su lego y ver la tele. Si se niegan a desayunar y les das una recompensa antes o después de comer, es posible que no vuelvan a comer sin esa recompensa. Si no reciben esa recompensa, se portarán mal.
Así que asegúrate de que, cuando les das una recompensa, les explicas que sólo lo haces esta vez y que esperas que vuelvan a hacer la misma tarea la próxima vez sin la recompensa.
5. Ofrecer demasiada ayuda
Ofrecer demasiada ayuda puede convertirlos en vagos y que se conviertan el día de mañana en adultos sin motivación para tener éxito. No podemos dejarles ver siempre la televisión o ponerles la pasta de dientes en el cepillo, porque si ya no estás para hacer eso, se comportarán mal.
En la vida real, habrá situaciones en las que no podrán contar con nadie más que con ellos mismos. Cuanto antes enseñemos a nuestros hijos que son capaces de levantarse y llenar ese vaso de agua para saciar su propia sed, mejor, porque esto se traduce en el mundo real al que se enfrentarán en su futuro.
6. Dejarles ganar siempre
No podemos estar cerca de nuestros hijos todo el tiempo. Si nos empeñáramos en que ganaran siempre que estuvieran con nosotros, pensarían que el mundo está hecho así. Pero no es así. Cuando salgan al mundo exterior y estén con sus compañeros jugando y experimenten la derrota, se comportarán mal porque no están acostumbrados.
En la vida real, habrá mejores y segundos, y ser el segundo mejor no es necesariamente malo. Debemos enseñar a nuestros hijos que la derrota genera resiliencia y trabajo duro.
7. Hacer que eviten los conflictos y las confrontaciones
Proteger a los niños de los conflictos y las confrontaciones puede convertirse en algo malo, si se hace demasiado. Si les orientamos, pero en última instancia les dejamos que afronten sus propios pequeños conflictos y enfrentamientos, serán más conscientes de sí mismos y de los sentimientos de los demás. Aprenderán a compartir, a jugar limpio y a tratar con cuidado y compasión a otro ser humano que es su igual. Esto les ayudará a tener una relación más fluida con sus compañeros con las que juegan y, en última instancia, con sus iguales cuando sean adultos.
Los niños pueden ser difíciles y dar mucho trabajo, pero podemos hacer que sea más fácil. Si nos fijamos en los actos sencillos que les enseñamos, podemos prevenir futuros malos comportamientos para que se conviertan en buenos niños y, con suerte, en adultos preparados para el mundo real.