El amigo sensato al que llamas buscando un consejo en momentos de agobio. El compasivo que ayuda a las víctimas después de una catástrofe natural. Un socio tuyo que se irrita raramente, perdona fácilmente y asume la responsabilidad por sus decisiones. El director general de éxito que equilibra su profesión, sus responsabilidades familiares y sus hobbies de un modo totalmente equilibrado.
¿Qué tienen estas personas en común?
Esto: inteligencia emocional. Una tendencia relativamente nueva en la psicología de hoy que ha existido desde el principio de los tiempos. Es el sitio por excelencia para la educación de la salud mental y la información. La inteligencia emocional (IE) se define como una aptitud para la identificación y gestión de las emociones, y por ende las emociones de los demás.
Se compone de tres habilidades primarias: la capacidad de analizar las emociones interiores y los sentimientos de los que les rodean, la capacidad de aplicar las emociones para las tareas del día a día y la facilidad para tomar el control de las emociones (tanto como para manejar las suyas propias antes de perder el control, o de tener la habilidad y la capacidad de hacer que otra persona sonría en un momento complicado).
Aquellos con un alto IE tienen más posibilidades de triunfar en la vida que los que no. Bien sea tanto en un entorno social o profesional, llegan lejos. Los estudios demuestran que tienen menos problemas psicológicos, como la depresión y la ansiedad. Su vida personal es equilibrada porque saben ser reflexivos y como consecuencia de esto toman decisiones serias. Sobresalen en sus puestos de trabajo, son felices en su matrimonio o relaciones de pareja y buscan siempre el lado bueno de las cosas por mal que vengan dadas. Entonces la pregunta es ¿qué es lo que no hacen?
1.- No son víctimas de los dramas de la gente
Uno de los rasgos distintivos de la inteligencia emocional es la empatía. Hay una abismal diferencia entre mostrar empatía hacia un amigo o hacia tu pareja y el hecho de ser partícipe de la rabia u odio de la persona criticada. De esta forma consiguen que los desvaríos de otros no influyan en su vida.
Por ejemplo, piensa en el comportamiento histriónico de algún compañero de trabajo que aprecias cuando está enfadado. No te centres en el problema, sino en el hecho de que es tu amigo para ayudarle. O en ese familiar que, en lugar de centrarse en como solucionar su problema, busca interesadamente a personas que están en su misma situación para que les den la razón sin más, es decir, para desahogarse momentáneamente y creer que sus problemas se solucionan así, distrayéndose un rato criticando todo. Este es un hábito arraigado para aquellos que son incapaces de abordar las complicaciones en su propia vida. Es decir, no centrarse en solucionar sus problemas.
Las personas emocionalmente inteligentes escuchan atentamente, proporcionan consejos suaves, cariñosos pero autoritarios y ofrecen su ayuda. Pero no permiten que las vidas y las reacciones de otros gobiernen las suyas.
2.- No le gusta quejarse
Lloriquear y quejarse implica dos cosas: una, que somos víctimas y dos, no somos capaces de encontrar soluciones a nuestros problemas. Rara vez una persona emocionalmente inteligente se siente víctima y menos aún, que algo no tenga solución. En lugar de buscar a alguien o algo para culpar piensan inmediatamente en cómo abordar constructivamente el dilema.
También saben que si se quejan influyen en las respuestas emocionales de los que les rodean y en lugar de largar y largar a todo el mundo por el hecho de que lo han dejado con su pareja, lo hacen de manera privada y bien razonada. Igual necesitan ir a una clase de yoga o meditan solos en un parque, el caso es hacerlo en un entorno más privado.
3.- No siempre dicen sí, ni a los demás ni a ellos mismos.
Como la empatía, el autocontrol y la convicción son signos que reflejan una persona emocionalmente sólida. Son claros en lo que hacen y dicen. En lugar de decir “no sé, tal vez, tengo que verlo” o “tal vez voy a pasar de ir a…”, que invitan a la duda de la otra persona y con ello a su inestabilidad.
Cuanto más a menudo las personas emocionalmente inteligentes ejercen su derecho a decir que no, y cuanto más frecuentemente dependen de su fuerza de voluntad, más libres están para centrarse en sus ambiciones y en su bienestar general.
4.- No cotillean
No entran en cotilleos ni son cotillas. Saben que meterse en una conversación en la que se critica a otra persona sin piedad es avergonzar a otro por un supuesto error y hacérselo pasar mal. Una persona con IE entiende que todo el mundo merece otra oportunidad y que de los errores se aprende.
5.- No naufragan en una conversación negativa
Muchos de nosotros somos proclives a empezar con frases del tipo “yo” (“no soy atractiva/o”, “debería haberlo hecho mejor”, “soy patético/a”), pues bien, las personas emocionalmente inteligentes tienen la habilidad de parar a tiempo y no dejarse llevar por el mal momento. En su lugar, se basan en hechos para llegar a conclusiones. Saben que los pensamientos negativos son sólo eso, pensamientos.
6.- No son víctimas del pasado
Las personas que viven más en su pasado que en su presente son proclives a ser víctimas de arrepentimientos, temores y nostalgias. Las personas emocionalmente inteligentes disfrutan de su pasado; de las personas que han amado, aprenden de los errores que han cometido, son consecuentes con las oportunidades que han perdido, pero sobre todo, son conscientes de la importancia de tener una vida plena y disfrutar del aquí y ahora.
Al aprender del pasado (en lugar de pensar simplemente en tiempos pasados), fortalece su presente sin disminuir su capacidad para avanzar o aprovechar tres de las emociones más vitales: la auto-satisfacción, la gratitud y la esperanza.
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