Ninguno de nosotros es esquivo al amor. Es una necesidad humana básica ser deseado y querido. Las relaciones comienzan cuando conectamos con cualquier otro ser humano. Pero, ¿Dónde acaban?
Aunque no son inauditas, las relaciones duraderas son mucho más raras hoy en día, somos menos propensos a asumir un compromiso realmente fuerte. Entonces, ¿Qué es lo que hacemos y por qué? ¿Y por qué hay tantos divorcios?
A menudo entramos en una relación con una perspectiva embriagadora y optimista. Estamos enamorados. O al menos eso creemos. Sin embargo, solemos pasar por alto las razones más pragmáticas del compromiso, y en esos momentos de pasión y desenfreno podemos pasar por alto el factor más importante:
¿Somos compatibles?
En realidad, hay dos formas de verlo, pero ambas respuestas parten de la misma pregunta. ¿Nos conocemos bien? Si somos capaces de entender a qué nos enfrentamos, podemos proceder con honestidad y cuidado y, por lo general, llegar a buen puerto. Pero tenemos que saber a qué nos enfrentamos.
Cuando dos personas se enamoran y se comprometen, tiene que haber un nivel de comprensión. Ambos deben saber quién es el otro y conocer sus valores fundamentales y los de su pareja. Si se empiezan a conocer estas cosas más adelante, las cosas se pueden complicar rápidamente.
Cada uno tenemos orígenes distintos, puntos de vista diferentes. Podemos ser creyentes o no, tenemos ideas distintas sobre cómo educar a los hijos y opiniones distintas sobre política. Pertenecemos a equipos de fútbol diferentes, tenemos diferentes tipos de relaciones con otros miembros de nuestra familia, con los amigos. Tenemos que entender estas cosas sobre los demás antes de seguir. Cuando nos conozcamos, podremos enseñarnos unos a otros, podremos iniciar el maravilloso viaje del descubrimiento. Y entonces nos quedan dos posibilidades. Podemos ser compatibles en nuestros puntos de vista, o podemos diferir un poco en nuestras opiniones pero estar de acuerdo en respetar siempre las ideas del otro. Compatibles, o compatiblemente de acuerdo.
Valores clave
Las tasas de divorcio son elevadas. Las razones más comunes del divorcio son que nos perdemos en el «papel» de nuestro matrimonio y perdemos nuestra identidad. La infidelidad también ocupa un lugar destacado en la lista, al igual que la pérdida de intimidad, los problemas económicos y las discusiones y desacuerdos. Pero una de las principales razones del divorcio es que nos involucramos por las razones equivocadas, o no entendemos bien en qué nos estamos involucrando. Saltamos antes de pensar, y sólo más tarde empezamos a darnos cuenta de que nuestros valores fundamentales son sumamente incompatibles.
El lado positivo es que la comunicación puede ayudar mucho. Si somos honestos y amables, y hablamos abiertamente de nosotros mismos y procedemos con amor y cuidado, tenemos muchas más posibilidades de que surja algo grande. Una buena relación es un acuerdo entre dos personas. Se decide lo que funciona para los dos -y siempre es diferente- y luego se cumple. Puede ser tan sencillo como eso. Al fin y al cabo, no podemos saber exactamente lo que va a pasar, y en la vida ocurren cosas que nos cambian. Nuestros puntos de vista pueden cambiar y podemos reaccionar ante las situaciones de formas que nunca creímos posibles. Pero lo que SÍ podemos hacer es estar lo más preparados posible. Confiar en nuestro instinto. Y comunicarnos.