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ruso
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El moroso nace, no se hace. Es un profesional, un experto en lo suyo. El único problema es que se aprovecha del dinero de los demás y les hace perder el tiempo en pedirle que les pague. Es una especie que abunda en España, que se multiplica en tiempos de crisis económica y contra la que resulta difícil luchar.
Pero tiene un enemigo. Es el cobrador, que recorre cielo y tierra para que el deudor pague, 'y encima sienta que sale ganando', añade Pere J. Brachfield, de profesión morosólogo, que acaba de publicar Memorias de un cazador de morosos (Ediciones Gestión 2000). Su objetivo es venderle al moroso que pagar es la opción menos mala. 'Hay que dejarle claro que en caso de no hacerlo, debería gastar en abogados, perdería tiempo, aparecería en los registros de morosos...'
Pocos morosos lo son porque no les queda otro remedio. Brachfield recuerda uno 'que tardó seis años en devolver la deuda, pagando religiosamente 10.000 pesetas cada mes'. Pero lo habitual es que sea gente que vive por encima de sus posibilidades. 'Familias que se endeudan a interés variable cuando los tipos son bajos, y que luego tienen que devolver el crédito... nunca hay que endeudarse por más del 30% del sueldo, dice una vieja norma financiera', recuerda Brachfield.
Esta especie no se atreve con los banqueros, expertos en financiación pero también en asegurarse de cobrar lo pactado. Mientras, la morosidad es una costumbre demasiado extendida entre empresas. En su libro, Brachfield denuncia que muchas grandes empresas se aprovechan de su fuerza para retrasar los pagos a sus proveedores más pequeños. Muchas veces éstos 'no pueden, no saben, o no se atreven' a reclamar lo debido, explica. Al moroso le sale a cuenta retrasar los pagos, porque los intereses de demora, que son siete puntos mayores al IPC, 'sólo los reclama un 5% de los acreedores'.
El moroso es una especie casi extinta en los países escandinavos, cuya legislación 'es modélica', señala Brachfield. 'El interés de demora es del 22%'. En los países anglosajones sobrevive con dificultad; allí se le llama delinquent; ni siquiera en Italia puede respirar tranquilo. Su hábitat es España, donde la legislación es menos estricta de lo que la UE recomienda. 'Siempre hay un moroso que se te escapa, si es insolvente y durante años sigue siéndolo, poco puedes hacer. Ningún moroso va a la cárcel, ni siquiera por un cheque sin fondos', lamenta. 'Al final tendrá que ser la UE la que imponga las medidas', advierte Brachfield.
El comportamiento del moroso es muy variado; desde el que permanece impasible ante las reclamaciones del cobrador, hasta el que salta irritado de repente. Brachfield es cinturón negro de kárate, pero nunca ha usado la técnica, y recurre a ejercicios de yoga para no perder los nervios, porque si el moroso lo percibe, 'sabrá que está ganando la partida'. El cobrador debe saber de finanzas, de fiscalidad y, sobre todo, de psicología. También hay un cobrador para cada moroso. 'Para reclamar a un ejecutivo de 50 años es mejor que vaya una señorita de 25, y así con todo el mundo. La gente tiende a rechazar los que son de su mismo nivel, social o de edad'.
Los deudores acechan por todas partes. Brachfield lleva toda la vida en el sector, desde su primer trabajo en el departamento de impagados de una entidad financiera, y ha visto de todo. 'Una vez tuve que cobrar a un ex colega. Me dijo que esperaba que le perdonara los intereses, pero no lo hice'. ¿Se puede ser amigo de uno? 'Si no te debe dinero, sí', bromea el experto. Él nunca presta dinero, lo da. 'Si luego lo recupero, mejor, pero es como si me toca la lotería. Si das dinero a un amigo, pierdes el dinero y pierdes el amigo'.
Pero tiene un enemigo. Es el cobrador, que recorre cielo y tierra para que el deudor pague, 'y encima sienta que sale ganando', añade Pere J. Brachfield, de profesión morosólogo, que acaba de publicar Memorias de un cazador de morosos (Ediciones Gestión 2000). Su objetivo es venderle al moroso que pagar es la opción menos mala. 'Hay que dejarle claro que en caso de no hacerlo, debería gastar en abogados, perdería tiempo, aparecería en los registros de morosos...'
Pocos morosos lo son porque no les queda otro remedio. Brachfield recuerda uno 'que tardó seis años en devolver la deuda, pagando religiosamente 10.000 pesetas cada mes'. Pero lo habitual es que sea gente que vive por encima de sus posibilidades. 'Familias que se endeudan a interés variable cuando los tipos son bajos, y que luego tienen que devolver el crédito... nunca hay que endeudarse por más del 30% del sueldo, dice una vieja norma financiera', recuerda Brachfield.
Esta especie no se atreve con los banqueros, expertos en financiación pero también en asegurarse de cobrar lo pactado. Mientras, la morosidad es una costumbre demasiado extendida entre empresas. En su libro, Brachfield denuncia que muchas grandes empresas se aprovechan de su fuerza para retrasar los pagos a sus proveedores más pequeños. Muchas veces éstos 'no pueden, no saben, o no se atreven' a reclamar lo debido, explica. Al moroso le sale a cuenta retrasar los pagos, porque los intereses de demora, que son siete puntos mayores al IPC, 'sólo los reclama un 5% de los acreedores'.
El moroso es una especie casi extinta en los países escandinavos, cuya legislación 'es modélica', señala Brachfield. 'El interés de demora es del 22%'. En los países anglosajones sobrevive con dificultad; allí se le llama delinquent; ni siquiera en Italia puede respirar tranquilo. Su hábitat es España, donde la legislación es menos estricta de lo que la UE recomienda. 'Siempre hay un moroso que se te escapa, si es insolvente y durante años sigue siéndolo, poco puedes hacer. Ningún moroso va a la cárcel, ni siquiera por un cheque sin fondos', lamenta. 'Al final tendrá que ser la UE la que imponga las medidas', advierte Brachfield.
El comportamiento del moroso es muy variado; desde el que permanece impasible ante las reclamaciones del cobrador, hasta el que salta irritado de repente. Brachfield es cinturón negro de kárate, pero nunca ha usado la técnica, y recurre a ejercicios de yoga para no perder los nervios, porque si el moroso lo percibe, 'sabrá que está ganando la partida'. El cobrador debe saber de finanzas, de fiscalidad y, sobre todo, de psicología. También hay un cobrador para cada moroso. 'Para reclamar a un ejecutivo de 50 años es mejor que vaya una señorita de 25, y así con todo el mundo. La gente tiende a rechazar los que son de su mismo nivel, social o de edad'.
Los deudores acechan por todas partes. Brachfield lleva toda la vida en el sector, desde su primer trabajo en el departamento de impagados de una entidad financiera, y ha visto de todo. 'Una vez tuve que cobrar a un ex colega. Me dijo que esperaba que le perdonara los intereses, pero no lo hice'. ¿Se puede ser amigo de uno? 'Si no te debe dinero, sí', bromea el experto. Él nunca presta dinero, lo da. 'Si luego lo recupero, mejor, pero es como si me toca la lotería. Si das dinero a un amigo, pierdes el dinero y pierdes el amigo'.